Me llamo Estefanía tengo 14 años y esta es mi historia.
No es un cuento ni una exageración. Es la verdad de una niña que creció aprendiendo a callar, a resistir, a esconder las lágrimas detrás de una sonrisa.
Durante años escuché risas que no eran de alegría, palabras que dolían más que los golpes y miradas que me hicieron sentir invisible. Aprendí a contener la rabia, a esconder el hambre, a fingir que no me afectaba.
Pero por dentro, todo ardía.
No soy perfecta. Me equivoco, me enojo, grito. A veces reacciono sin pensar. Pero también soy alguien que siente profundamente, que busca ser comprendida y que todavía cree -aunque sea un poco- en la posibilidad de sanar.
Escribo esta historia porque hay cosas que las aulas callan, y detrás de cada silencio hay una persona como yo, que solo necesitaba que alguien la mirara sin juzgar.
Esta no es una historia triste.
Es una historia real.
Una historia de heridas, de rabia, de soledad... pero también de fuerza.
Porque aunque muchas veces quise rendirme, sigo aquí.
Contándola.
Y eso ya es una forma de seguir viviendo.
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