En el "Psiqui", nadie entra porque quiere.
A veces llegas porque te rompiste; otras, porque alguien decidió que estabas roto.
Allí, entre comidas sin sabor y conversaciones que duelen más que las inyecciones, tres chicos intentan entenderse sin perderse del todo.
Maf es una libélula confundida, que sonríe incluso cuando no entiende por qué está ahí; su alma frágil se rompe por complacer a todos.
Roi, una gacela de mirada vacía y estética impecable, carga con un silencio más grande que su cuerpo.
E Ink... un cabrito sin género, criado entre rezos y culpas, que aprendió a odiarse antes de aprender a comer sin miedo, escondido en el dormitorio de las chicas, negando su naturaleza entre culpa y ansiedad.
Y aunque parezca imposible, entre paredes blancas y rutinas grises, descubren que mejorar -aunque se sienta raro- también puede doler bonito.
Porque a veces, sobrevivir ya es suficiente.