
Era el sexto año de Harry en Hogwarts. Lo que nadie esperaba era que, antes de que terminara el curso, Harry se le hubiera declarado al profesor de Pociones: Severus Snape, un recién graduado con honores, sorprendentemente joven para ocupar aquel puesto. Nadie en el castillo sabía muy bien qué pensar. Las miradas se volvieron cuchillos y los susurros se multiplicaron como fuego en paja seca. Harry, en su interior, no comprendía del todo por qué lo había hecho. No era solo una atracción pasajera: desde que Snape había llegado, había algo en su silencio, en la manera en que medía las palabras y observaba los ingredientes, que lo había trastornado. Pero fuera por curiosidad, por rebeldía o por algo más profundo, ya no había vuelta atrás. La noticia corrió por Slytherin como una corriente subterránea. Los demás alumnos, al notar el interés de Potter por la "serpiente", no tardaron en murmurar entre ellos una idea maliciosa: -¿Y si lo usamos para hacer que Potter pierda al fin en Quidditch?All Rights Reserved
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