El Pecado del Príncipe

Dicen que el deseo es un fuego que solo los dioses pueden contener.
Yo no soy un dios.
Soy un ladrón... y robé algo que nunca debí tocar: la atención del hijo del sultán.

Lo vi por primera vez entre columnas de mármol y sombras. Su mirada era una promesa y una amenaza. Azharel, el príncipe perfecto, cruelmente hermoso, tan peligroso como el desierto que gobierna.
No se suponía que debía mirarlo. Mucho menos desearlo.

Entré al palacio buscando oro.
Me quedé por él.
Y ahora no puedo escapar.
Ni de su voz, ni de sus manos, ni de la oscuridad que esconde detrás de sus palabras.

Él no es un héroe.
Yo no soy inocente.
Y lo que arde entre nosotros... podría destruir un reino entero.