Ojalá que el choque de dos galaxias fuera mas violento que una caja a la cual no encuentras fondo. la desesperacion de buscar algo que perdiste pero no sabes ni como ni donde, de ahí parte y se comparte la trama. Relata el viaje de una carta que se perdió en el fondo de una caja, algo que nunca llegó a dónde tenía que llegar, quizás el autor de esta tragedia decidió dejarla en esta caja, una caja de sentimientos que fue acumulada para una persona.
Que cosa más violenta que el coraje que nace del amor, de ser comprendidos, escuchados y vistos que incluso a veces pasar desapercibido sabe cómodo hasta que empiezas a notar como las emociones se acumulan al fondo y van creciendo hasta romper el cauce, se desborda y luego solamente es desechado en una simple hoja en blanco...
Esta historia trata de esa carta que nunca mande, ese grito desesperado por hacerme ver y decirle que no estaba prohibido amar tanto a una persona que solamente me veria como un amigo.
Y es que el amor tiene tantos matices que si pudiera trazar hacia donde iba mi amor simplemente se saldría del margen... no lograba encajar, solamente decidió sentir y no fingir que había nada.
Ojalá esto solo fuera un escrito, pero, es real... invisible pero lleno de sentido. Si tú pasas por lo mismo, bienvenido a la caja vacía; una historia que no debió ser contada pero aquí es plasmada porque nada que haga bien a este mundo debe ser oculto, por lo que nada que sea hecho de amor debería ser prohibido, mucho menos señalado como faltó de lógica, porque lo que es amor, es real, y lo que es real es admirado.
Esta historia no solo relata lo prohibido, habla de lo difícil que es decirle a esa persona que tanto admiras que necesitas que sepa lo fácil que es entregarte a ella, lo fácil que es darle amor sin excusas. Todo esto mientras vez como ella trunca en el amor sus intentos ahogados por entender si algún día alguien la amara.
Estar a un "te amo" de ese sentimiento que ella desea; es aq
Hanna Elowen tenía una vida que se movía tan rápido como ella: tochito bandera, jugadas perfectas, adrenalina pura y un futuro brillante corriendo a su lado.
Hasta que una lesión- inesperada, cruel- la detuvo de golpe.
Ahora su mundo es más pequeño.
Una silla de ruedas, muletas, una gata emperatriz llamada Nieve, maratones de Harry Potter y la sensación constante de que todo lo que fue... quedó demasiado lejos.
Ella ya no corre.
Ya no compite.
A veces, ni siquiera se atreve a sentir.
Hasta que suena el teléfono.
Es su tío Steve: Head Coach de los New England Kings, fuerza de la naturaleza, experto en gritar, llorar y amar con la misma intensidad.
Y tiene una propuesta imposible: mudarse a Nueva Inglaterra para ser su asistente.
Hanna no está lista para estadios, ni para jugadores gigantes, ni para madrugadas a las cinco de la mañana.
Pero tampoco está lista para seguir rota.
Así que acepta.
Lo que no esperaba era él.
Noah Blackford.
Quarterback estrella.
Favorito de la prensa.
La sonrisa más peligrosa de la AFC.
Y una mirada tan suave que desarma cada una de las paredes que Hanna construyó alrededor de su dolor.
Noah la ve.
Incluso cuando ella misma no sabe cómo hacerlo.
La acompaña, la cuida sin invadir, la escucha cuando su voz tiembla y le recuerda -sin decirlo- que su vida no terminó en esa cancha.
Entre sesiones tácticas, sillas de ruedas que chocan con casilleros, jerseys mal doblados, caídas torpes, atajos emocionales y un quarterback que huele a lluvia y seguridad...
Hanna empieza a descubrir algo que había olvidado: Que aún tiene corazón.
Y late fuerte.
Pero enamorarse nunca fue parte del plan.
Y sanar tampoco.
Eso es lo hermoso -y lo aterrador- de un verdadero fumble: a veces perder la jugada te lleva directo a aquello que nunca supiste que necesitabas.
Con o sin casco.
Con o sin miedo.
Con una mano temblando sobre la rodillera y otra aferrada a un quarterback que la mira como si fuera magia.