Mi abuela siempre decía que el teatro The Grand Pavilion guardaba el alma de nuestra familia.
Cuando heredé el viejo teatro familiar, pensé que mi mayor problema serían los goteros y la pintura descascarada. No podía estar más equivocada. Desde el primer día, las notas de un instrumento comenzaron a flotar desde arriba, una melodía tan triste y hermosa que me enganchó desde el primer instante.
No está vacío.
Al caer la noche, cuando las sombras se adueñan de los palcos desiertos, una música baja desde el ático. Es el sonido de un chelo, una melodía tan triste que debería romperme el alma... y sin embargo, es lo único que la está componiendo. Cada nota es un suspiro que se entrelaza con los míos.
¿Quién eres, que tu tristeza me cura? ¿Qué historia quedó atrapada entre estas cuatro paredes de terciopelo y madera, esperando a que alguien, esperando a que yo, la escuchara?
tengo miedo, no de lo que pueda encontrar en el ático, sino de que la música se detenga... y con ella, esta extraña y necesaria compañía que ha empezado a sentir como propia
Dieciocho años después de haber sido expulsada por amar a quien no debía, Isabela regresa a la hacienda que alguna vez llamó hogar.
No busca venganza... sino respuestas, y tal vez una nueva oportunidad de empezar.
Allí la espera Graciela, la esposa de su hermanastro: una mujer marcada por el miedo, la pérdida y los silencios que Vicente dejó atrás.
Pero entre miradas contenidas, sonrisas robadas y heridas que el tiempo no logró borrar, Isabela se descubre dispuesta a ofrecerle a Graciela algo que ella ya no cree merecer: amor, ternura... y una felicidad que parece imposible.
Porque a veces, el destino te obliga a volver al lugar donde más dolió... solo para mostrarte que también puede ser donde finalmente aprendas a amar.