Rashta abrió los ojos... y el tiempo había retrocedido.
Aún no era concubina. Aún no era odiada por el imperio. Aún no había perdido a su hijo ni había sentido el filo invisible del desprecio. Esta vez, en lugar de aferrarse a Sovieshu como una niña desesperada, Rashta decide hacer algo impensable: acercarse a la emperatriz Navier.
Con una sonrisa calculada y la memoria de una vida arruinada, Rashta se convierte en su dama de compañía. Y mientras aprende a moverse con la elegancia y frialdad de la emperatriz, comienza a alterar el destino paso a paso.
Navier y Sovieshu, que en el pasado se separaron entre orgullo y heridas, esta vez se encuentran guiados -sin saberlo- por las manos de aquella que alguna vez destruyó todo.
Pero el destino no se deja manipular tan fácilmente...
Cuando el príncipe Heinrey llega al palacio, espera encontrar a la emperatriz fría y fascinante que en el futuro lo deslumbraría... pero descubre que Navier ya no le dedica ni una mirada.
Confundido, sus ojos se detienen en otra figura: una joven de sonrisa medida, gestos elegantes y una calma que le recuerda inquietantemente a la emperatriz.
Rashta, que alguna vez fue impulsiva y frágil, ha aprendido a copiar cada movimiento de Navier, cada manera de hablar, cada mirada contenida. Y sin buscarlo, esa nueva versión de ella captura la atención de quien nunca estuvo destinado a mirarla.
Rashta murió una vez como villana.
Ahora, ha renacido como algo mucho más inesperado:
una mujer moldeada por la emperatriz... digna incluso de tentar al príncipe de Occidente.