LA ROSA DE HIERRO

Durante más de un milenio, el Imperio de Aerthas se había mantenido firme sobre un único principio: solo la sangre del hombre forja el hierro del trono.
Esa ley, inscrita en la Constitución de Hierro, era más que una norma: era una cadena invisible que mantenía sometidas a las mujeres de la nobleza, relegadas a ser ornamentos de poder, jamás portadoras de él.

Pero el destino, cansado de tanto silencio, decidió quebrar la tradición.

El Emperador Aarón VII y la Reina Jannys de Aerthas, gobernantes justos y temidos, fueron asesinados en una emboscada al norte del reino, en los campos de Eroth. Su hija única, Janna, apenas de diecisiete inviernos, fue declarada la heredera legítima.

Los heraldos la llamaron "La Rosa de Hierro" -belleza nacida del acero, símbolo de una era que podría florecer o hundirse en espinas.
Pero no todos vieron en ella una bendición.

Entre los muros del Consejo Imperial, los murmullos crecían como serpientes:

> "Una mujer no debe sentarse en el Trono de Hierro."
"Su reinado traerá el caos."
"La debilidad no debe gobernar."