Me reconozco en el limbo de Pedro Páramo, en ese lugar suspendido que Juan Rulfo supo definir, como si hubiera narrado
mi propio origen.
Mi obra merece ser leída, quizá porque es curioso que un joven,
Salido de las entrañas de Agua Caliente, Honduras-un pueblo diminuto donde los muertos y los vivos parecen confundirse-, escriba y sueñe con tanta devoción y solemnidad.
A los veintiún años, mientras trabajaba en un aeropuerto de
San Francisco, encontré refugio
en la escritura; en ella descubrí
la pasión y la abstracción, el único
modo de dar voz a mi mundo interior.
corregir ortografía y gramática se volvió parte del proceso, pero la verdadera fuente de inspiración provenía siempre de la literatura impresa, de los libros antiguos y el eco de sus páginas.
Esta obra es hija de su tiempo y, a la vez, eternamente nostalgia del pasado una mezcla, lo viejo y lo nuevo, lo físico y lo digital, lo íntimo y lo público.
Casi todo lo he hecho solo, entre lágrimas nocturnas tras largos turnos de trabajo.
No pretendo perfección ni corrección política; comparto apenas una perspectiva, un aviso, Al lector le pido que no sea demasiado duro ni racional con un joven que solo se desnuda frente al teclado.
No busco excusas
¿De qué serviría el arte si no es real, si no es fortuito?
Lee la obra. Te la recomiendo
La presento como prosas,poemas de verso libré y relatos filosóficos, humilde, como advertencia y promesa.