Cuando Lizzy llegó desde Italia, nadie imaginaba el efecto que tendría en aquel hogar caótico donde las risas y los gritos eran parte del aire. Traía consigo algo que no se podía describir con palabras: una mezcla de dulzura, inteligencia y calidez que desarmaba a cualquiera. Era empática, fuerte, ocurrente y auténtica, con una ternura que no se fingía y una luz que parecía natural, como si el sol se detuviera un instante solo para mirarla sonreír.
Reese la vio por primera vez en el umbral de su casa y, sin entender por qué, supo que su vida acababa de cambiar.
Él, que siempre había sido considerado un desastre, un chico problemático y sin rumbo, encontró en ella algo que lo desbordó. Lizzy no lo miró como las demás, no lo juzgó ni cayó en sus encantos de manera superficial; lo vio como nadie lo había visto antes: con ternura y con fe. Ella no se rió de sus errores, los entendió. No lo rechazó, lo escuchó.
Y sin saberlo, en cada sonrisa, en cada gesto amable, Lizzy fue construyendo su hogar dentro de él.
Ella era distinta.
Dulce, adorable, inteligente, amable, con una fuerza silenciosa que lo inspiraba y una empatía que lo envolvía. No era solo la chica que lo había enamorado... era su refugio, su necesidad, su adicción. En sus ojos, Reese encontraba paz; en su voz, dirección; en su risa, un motivo para seguir siendo mejor.
Entre peleas y complicidad, cada momento juntos es un pequeño caos lleno de vida... miradas que hablan, gestos que sorprenden y una conexión que crece sin quererlo. ¿Hasta dónde los llevará esta historia?
-Contenido algo sensible-