Siempre pensé que nosotros mismos somos la única causa de nuestras propias decisiones. Una verdad que defendí como un dogma: la autonomía es la única armadura contra el destino. Por eso, mi regla cardinal, la que jamás se debe romper, fue siempre nunca idolatrar a nadie, ni colocar a nadie en un pedestal.
Pero yo cometí ese error con él. Fui mi propia verdugo.
Desde el primer momento que lo vi, desde el instante exacto en que mi mejor amigo, Sam, me lo presentó en medio del bullicio, supe que lo único que me traería era un oleaje de problemas. Lo leí en esa arrogancia que no se molestaba en disimular, en ese extraño humor negro que utilizaba para trazar una línea entre él y el resto del mundo. Era una bandera roja, una advertencia en negritas, y aún así... había algo en mí que me llamaba hacia él.
Fui como un arqueólogo obsesionado, cavando mi propia ruina, convencida de que encontraría un tesoro donde solo había escombros.
El peor error que cometí no fue acercarme a la llama, sino creer que yo podría controlarla. Esos hermosos ojos castaño claro me embrujaron como un elixir antiguo. No fue amor a primera vista; fue una maldición disfrazada de fascinación. Y caí. Caí a sus encantos con la rendición ciega de quien se arroja al vacío porque le han prometido que el fondo es suave.
Ahora, cuando el recuerdo de su nombre se siente como arena en la boca, me persigue una sola pregunta, clavada justo en el centro de mi pecho roto:
¿Cómo puedo odiar y amar a alguien al mismo tiempo?
Extrovertido. Correcto. Arrogante.
Esas son las palabras que pueden describir a la perfección a Mateo Lombardi.
El abogado más cotizado de Italia no tiene tiempo para distracciones. Mucho menos para dramas ajenos. Con una vida perfectamente estructurada y emociones cuidadosamente archivadas, Mateo no cree en el amor, la familia ni en nada que no se pueda controlar desde su teléfono o una sala de juicio.
O al menos, eso es lo que siempre creyó.
Hasta esa noche en donde el destino le arrojó a una pequeña y desamparada bebé. No habla. No lleva identificación. Nadie la reclama. Y, por alguna razón inexplicable, se aferra a él como si fuera lo más seguro del mundo.
De la noche a la mañana, Mateo se ve obligado a asumir un papel que nunca quiso.
Es así que, en medio de su desesperación, alguien más llega a su vida.
Scarlett Riva
Audaz. Inteligente. Imprudente.
Para Scarlett, ser niñera no es su trabajo ideal, y mucho menos trabajar para un hombre emocionalmente bloqueado tampoco es su sueño. Sin embargo, debido a situaciones desesperadas, termina compartiendo techo con Mateo, convirtiéndose en la única persona capaz de enfrentar al gran abogado Lombardi.
Ella cree en el caos.
Él, en el control.
Una historia sobre corazones rotos, heridas invisibles y la posibilidad de amar cuando ya no creías ser capaz de hacerlo.