A veces pasa que te fijas en la persona errónea y sucede el típico cliché de una persona se enamora de otra, y a ésta le pasas inapercibida, tal como me sucedió con uno de mis mejores amigos de la infancia, Shannon, hermano mayor de Jared, ya que mi madre es la mejor amiga de la madre de ellos, así que nos criamos prácticamente juntos.
Como he dicho antes, es que no aprendía de mi error, pues siempre me enamoraba de quién no se enamoraba de mí, y si conseguía salir con él, a la larga, no era lo que yo me creía que sería, en fin… estaba loca por Shannon. Desde la edad de 14 años mi vida giraba en torno a él, lo encontraba rebelde, chispeante, fuerte, de esos tipos con labia, con poder para hacer creer que eras especial y única, para luego dejarte desengañada cuando veía que su atención era una mera expresión de esa rebeldía. Entonces era cuando juraba, y perjuraba que nunca más volvería caer en esa trampa, ya que me dominaba rabia, me llenaba de tristeza, pero él cuando volvía a sonreírme, a hablarme o sencillamente, aprestarme la atención que he encontraba necesaria para mi, hacia que todo pensamiento rabioso, o triste se esfumaran y era entonces cuando regresaba al mismo juego, soñando que un día Shannon se convirtiera el príncipe de mi bello cuento de amor. Pero esa historia de amor se me escapaba con cada suspiro de mi corazón, en imaginarla pues mi realidad era otra más imparcial, más de camarada a camarada pero yo no la comprendía. Era entonces, cuando me refugia o más bien buscaba al hermano, su generoso hermano, Jared. Paciente, me escuchaba sin juicio de valor, dándome siempre el pañuelo para que pudiera secarme las lágrimas de mi corazón soñador, y el aguante con sus palabras cuando me decía que su hermano era el más tontorrón, que no sabía distinguir a un ser tan hermoso como yo.