Lo se. - ChuuAtsu

El aire de la oficina era denso, cargado de un silencio que se interrumpía solo por el golpeteo mecánico de los teclados. Atsushi avanzaba detrás de Mark, el hombre que fungía como su superior inmediato. Cada paso resonaba con un eco suave sobre el mármol del pasillo, y la luz blanca del techo parecía demasiado fría para un primer día.

-Aquí será tu espacio -dijo Mark, señalando un escritorio al final de la hilera-. Ordena tus cosas, y luego pasa por mi oficina. Te presentaré al resto.

Atsushi asintió sin mucha convicción. Colocó su bolso en el asiento, observando el entorno con cierta timidez. Las paredes eran grises, impersonales, y todo olía a papel y café recalentado. Una jornada común, dentro de un sitio que no lo conocía, ni pretendía hacerlo.

Sin embargo, al levantar la vista, lo vio.
Chuuya Nakahara.

El hombre estaba apoyado contra una de las columnas, hablando con alguien que Atsushi no logró reconocer. Su porte era elegante, casi imponente, con una seguridad que llenaba el espacio sin esfuerzo. Vestía con pulcritud y su cabello, de un rojo imposible, destacaba como un fuego contenido entre tanto gris.

Mark lo notó.
-Ése es Chuuya, del departamento superior. No te preocupes por él, suele estar ocupado con asuntos mayores.

Pero Atsushi no pudo evitar mirar un poco más de lo debido. Había algo en su presencia -una calma forzada, un gesto contenido, una ligera sombra detrás de la mirada- que le resultó inquietantemente familiar.

Cuando Chuuya se giró, sus ojos se cruzaron. Fue solo un instante, pero bastó para que Atsushi sintiera el mismo vacío que había intentado dejar atrás. El mismo tipo de mirada que solía tener él.

Fyodor.