Kage No Honō

Japón, año 2095. No hay gobierno, ni parlamento, ni monarquía.
Los antiguos clanes feudales sobrevivieron a los siglos, manteniendo el control del archipiélago mediante su dominio absoluto de la magia ancestral.
Cada clan -Oda, Tokugawa, Takeda, Shimazu, Date, Mori y otros- posee escuelas donde jóvenes magos son entrenados desde su niñez.
El honor, el linaje y la fuerza mágica deciden el destino de cada familia.

Cada diez años, se celebra el Torneo Nacional de Hechicería, un evento que reúne a los mejores magos de cada clan. Allí, el vencedor no solo obtiene gloria: su clan se eleva en el rango de poder y puede dominar el Japón moderno durante la próxima década.

Entre todos los clanes, uno ha empezado a destacar como en los viejos tiempos:
el Clan Oda, encabezado por el joven prodigio Oda Takahiro, el mago de fuego y sombras.

Hace más de mil años, cuando el emperador aún era considerado un dios, los clanes samuráis no solo luchaban con acero, sino con hechizos escritos en sangre.
El Clan Oda fue el primero en dominar el arte del fuego espiritual, conocido como Hi no Jutsu, una técnica que combinaba la furia del volcán con la calma del guerrero.

Pero en los registros más antiguos del clan, escondido entre pergaminos prohibidos, se habla de un hechicero que controló algo aún más oscuro: las sombras vivientes.
Su nombre se perdió en la historia, pero los textos lo describen como "el que caminaba entre la llama y la noche". Su poder era tan grande que, con solo un gesto, podía apagar el alma de sus enemigos o fundirse con su sombra para volverse invisible ante los dioses.

Cuando las guerras mágicas devastaron el país, el emperador ordenó sellar la magia de sombra y prohibirla para siempre. Solo unos pocos descendientes conocieron su existencia, y juraron no usarla... a menos que el destino lo exigiera.