El tiempo no espera a nadie.
Ni siquiera a los que creen dominarlo.
Hace treinta años, los viajes temporales se extinguieron. Todos los artilugios fueron destruidos, todas las investigaciones archivadas... y la humanidad respiró aliviada, ignorante de los estragos que se habían causado. Lo que no sabían era que los errores permanecían, escondidos en grietas que ni el presente podía percibir.
Algunos llamaron a esos fallos "paradojas". Otros, simplemente, los ignoraron.
Pero ellos existían. Siempre existieron.
Y ahora, alguien los había despertado de nuevo.
Un paquete llegó sin aviso. Un reloj elegante, mínimo, y una nota escrita con una caligrafía que parecía más antigua que el papel mismo. Sus palabras eran claras, frías y a la vez provocadoras:
"Si estás leyendo esto, significa que algo falló... y depende de ti arreglarlo."
El mundo de Valeria, su tiempo seguro y predecible, estaba a punto de romperse. Lo que parecía un simple objeto, un artefacto olvidado, contenía la llave para viajar al pasado. Una llave que, si se usaba mal, podía borrar siglos de historia... y quizás, a ella misma.
Y mientras el reloj brillaba sobre la mesa, una voz surgió de la nada:
-Hola, jefa. Bienvenida a tu nueva vida.
No había vuelta atrás.