En el escenario, cada palabra pesa, cada nota duele.
Dos almas cantan bajo la misma luz, pero miran en direcciones opuestas.
Él lo ama. Con el tipo de amor que no pide ser correspondido, que se esconde detrás de cada mirada, cada acorde, cada promesa no dicha.
Pero el otro... solo ve reflejos.
Confunde admiración con cariño, ternura con amor, y termina amando la idea de alguien más mientras el verdadero sentimiento lo observa en silencio.
En un mundo donde la fama es más fuerte que el corazón, huir parecía su única salvación.
Hasta que uno de ellos decidió quedarse.
Y desde entonces, el escenario se volvió su prisión.
Porque a veces, el amor más puro no se canta.
Se pierde en el eco del último aplauso.