
"Aula 13" Demian tenía 18 años y una mezcla de ansiedad y esperanza lo acompañaba en su primer día en la universidad. El campus era enorme, casi laberíntico, y el edificio de Humanidades parecía más antiguo que el resto, con pasillos que olían a humedad y puertas que crujían como si se resistieran a abrirse. Su primera clase era en el Aula 13, al final de un corredor que nadie parecía transitar. Al llegar, notó que la puerta estaba entreabierta. Entró. El aula estaba vacía. O eso creyó. Se sentó en la última fila. El reloj marcaba las 8:00. Pero nadie llegó. Ni profesores, ni alumnos. Solo silencio. Y entonces, la puerta se cerró sola. Demian intentó abrirla, pero no cedía. Golpeó, gritó, pateó. Nada. Las luces parpadearon. Las ventanas desaparecieron. Y las paredes comenzaron a susurrar. Sombras emergieron del suelo, alargadas, sin rostro. Se movían como si respiraran. Lo rodeaban. Lo observaban. No lo tocaban. No hablaban. Solo estaban. Pasaron horas. Luego días. El hambre lo debilitaba. El tiempo no existía. Demian dormía en el suelo, soñando con pasillos que se retorcían, con profesores que tenían ojos vacíos, con compañeros que lo llamaban desde dentro de los muros. Cuando creyó que iba a morir, algo cambió. Un zumbido. Una luz. Y de pronto, estaba sentado en su pupitre, en el Aula 13, rodeado de estudiantes que tomaban apuntes como si nada hubiera pasado. Demian se levantó, temblando. Miró a su alrededor. Nadie lo miró. Salió del aula. Caminó por el pasillo. Y sin decir una palabra, abandonó la universidad para siempre. Nunca volvió. Nunca habló de lo que vio. Pero cada año, el 13 de marzo, alguien desaparece en esa misma aula. Y cuando regresa, ya no es el mismo. Fragmentos perdidos de pesadillas. Escrito el 19/10/2015 y reeditado 2025. Cristian Lu.All Rights Reserved
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