Más allá de lo profesional

La sala de profesores del Colegio olía a café amargo, papel viejo y las sutiles ansiedades de un nuevo ciclo escolar. Gerardo, consideraba ese lugar su santuario y su celda. Su vida se había vuelto una monótona repetición de lecciones y corrección de exámenes, un refugio seguro que él mismo había construido. Sus alumnos a veces confundían con indiferencia, manteniendo siempre una distancia profesional y emocional. Su calma se vio interrumpida por Israel. Un licenciado del área de Matemáticas, Israel entraba en la sala como una ráfaga de viento: risas ruidosas, ideas brillantes y una tendencia a dejar su desorden creativo en la mitad de la mesa. Israel era todo lo que Gerardo se esforzaba por no ser: espontáneo, visible y peligrosamente accesible.