La infección no empezó como una pandemia viral, sino como un error en un experimento biotecnológico destinado a eliminar enfermedades genéticas. Los primeros infectados no murieron: cambiaron. Perdieron la cordura, la conciencia, y sus cuerpos comenzaron a mutar lentamente hasta que ya no fueron humanos.
Con el paso de los años, la civilización cayó. No hubo cura, solo ruinas y zonas controladas por pequeños grupos de supervivientes. Las carreteras están desiertas, los edificios cubiertos por enredaderas y silencio. El aire huele a óxido y ceniza.
Michael Kaiser es uno de ellos. Un sobreviviente que aprendió a moverse como un depredador entre los escombros. Implacable, astuto, y completamente despojado de moral. Nunca creyó en redenciones ni en rescates: solo en ganar, incluso en el fin del mundo. Vive solo, caza solo, respira solo. Hasta que deja de hacerlo.
Una noche, mientras atraviesa la ciudad infectada, se encuentra con Ness: un joven que no debería estar vivo. Su pulso es irregular, su piel fría, y sus ojos... a veces parecen humanos, otras veces no.
Puede caminar entre los muertos sin ser atacado, puede oírlos, sentirlos... pero cada día pierde un poco más de sí mismo. Su mente oscila entre lucidez y locura, entre ternura y violencia.
Kaiser, que siempre había despreciado la debilidad, no puede matarlo. Tal vez por curiosidad, tal vez porque hay algo en esa mirada rota que lo desarma.
Y así, en medio del ruido de las bestias y el olor a hierro oxidado, empieza una extraña alianza: el depredador y el infectado.
Lo que al principio es vigilancia se convierte en dependencia, y luego, en un vínculo imposible entre dos seres que ya no saben si siguen vivos... o si simplemente están postergando la muerte. Mientras ambos se mueven por un mundo donde el amor se siente tan antinatural como la vida misma.°🩸