LUZ PROFANADA

Dicen que antes del primer amanecer, la oscuridad ya conocía el nombre de la luz.
Y cuando los ángeles cayeron, no fue el fuego lo que los condenó, sino el deseo de saber.
Entre sus alas rotas germinó la herejía, y de sus lágrimas nacieron las brujas, hijas de un pacto sellado entre el cielo y el abismo.

La luz prometía redención, pero su resplandor cegaba; la oscuridad ofrecía poder, pero a cambio pedía el alma.
Así comenzó la danza eterna: los ángeles ocultos entre sombras, las brujas invocando estrellas muertas.
Ambos buscando lo mismo: una verdad que ni Dios ni el Diablo se atreven a pronunciar.

Porque donde la luz toca, la oscuridad responde;
y donde una bruja reza, un ángel llora.