
El mar, inmenso azul, cuna y espejo, no es olo agua y sal en el paisaje, es un latido antiguo, un don, un dejo de la existencia y su eterno viaje. somos la orilla frágil, la marea que sube y baja con oculta ley, en cada alma la misma idea de ser velero o de ser noble rey. la gente común, con su ir y venir, son las olas que besan la arena, suave, un murmullo constante sin un fin, la multitud que pasa, nadie la grave. Luchan con brisas, con corrientes leves, tejen y la red del día en un afán, esperando puerto al cabo de las breves horas que vuela y que ya no están. Más cuando en horizonte se oscurece y el oleaje se alzan en fuera espuma, el alma fuerte en el humano crece y rompe el miedo, disipando la bruma. El héroe surge, faro en la tormenta, no tené al abismo ni al rugido audaz, su corazón, de roca, no se amedrenta, vence la ola y encutra su paz. Es el marino que no rinde el mástil, es quien rescata un sueño en naufragio cruel, quien se hace puente sobre el mar hostil, quien con valor rompe un oscuro velo.su gesta es el prodigio, el gran Vaivén que cambia el curso, afirma la verdad, un relámpago que hiere,y luego, amén queda su estela en la inmensidad. Así el mar nos enseña su doble faz: la calma que consuela la fatiga, la furia que nos llama a ser capaz de ser el centro que a la tierra obliga. y al contemplar su vasto y hondo aliento, comprendemos que el viaje es el destino, y que la vida es el valiente intento de cruzar, como héroes, este mar divino.All Rights Reserved
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