El chico que coleccionaba silencios

Isaac no habla, no porque no pueda, sino porque el mundo dejó de sentirse seguro el día que alguien descubrió quién era. Internado en un centro de terapia juvenil, se esconde detrás de una libreta negra donde dibuja todo lo que no puede decir: sus miedos, sus recuerdos... y a él.

En los pasillos del ala norte, donde los espejos están cubiertos con sábanas viejas y los reflejos parecen tener vida propia, Isaac conoce a Elías, un chico con una sonrisa rota y demasiadas cicatrices invisibles. Entre silencios compartidos, dibujos y miradas que tiemblan, nace algo que ninguno de los dos se atreve a nombrar.

Pero en un lugar donde todo se vigila y nada es lo que parece, amar puede ser tan peligroso como liberador. Y a veces, para dejar de coleccionar silencios, hay que romper el espejo primero.