80 DÍAS CONTIGO

La cámara parpadeó, indicando que estábamos en vivo. Millones de ojos virtuales conectados, expectantes por nuestra siguiente aventura. Pero en aquel instante, de pie frente al Ángel de la Independencia en el corazón de la Ciudad de México, lo único que importaba era la mirada de Mariana. Y la mía, que se perdía en la suya, un segundo más de lo necesario.
"¿Listos para ochenta días de caos y maravilla, equipo?" preguntó, con esa sonrisa que desarmaba a mis seguidores y, con mayor facilidad, a mí mismo. Mi mejor amiga. Mi compañera de ruta. Mi "casi algo" que nunca se atrevió a ser.
Esen y Mariana. El dúo dinámico que había conquistado internet. Pero este no era solo otro viaje para el canal. Esto era México. Ochenta días. Ochenta amaneceres y la certeza de que la cercanía constante desdibujaría cualquier línea que habíamos creído trazar entre nosotros. El guion de nuestras vidas se había esfumado. Solo quedaba la carretera y la incómoda verdad de nuestros corazones latiendo al mismo ritmo.
El motor del viejo van rugió. El viaje había comenzado. Y con él, la cuenta regresiva para la confesión que ninguno de los dos se atrevía a decir, pero que México estaba a punto de gritar por nosotros.