El prestigioso Hospital Nandez se alza como el epítome de la ética médica, un faro de esperanza envuelto en la respetada fachada de su arquitectura victoriana. O eso cree el mundo que lo observa desde la distancia, ajeno al gótico industrial que crece en su sombra.
Tras esta fachada, el Doctor Isaac Nandez Beckhet cultiva una filosofía macabra, disfrazada y alimentada por su manipulación psicopática: que la verdadera alegría no reside en la libertad, sino en el acto despiadado y forzado del payaso. Para él, la cura no es terapéutica, sino performativa.
Impulsado por esta retorcida obsesión, el Doctor Beckhet somete a sus pacientes a la práctica brutal de la lobotomía, robándoles su voluntad y sellando en sus rostros una sonrisa perpetua. Maquillados como figuras circenses y manipulados como marionetas, se convierten en la "tropa" perfecta para su espectáculo.
Beckhet utiliza su carisma y su posición de poder para operar en las sombras, creyéndose un dios que devuelve la "utilidad" a las almas fracturadas. Para él, estos pacientes no son víctimas; son actores necesarios a los que ha otorgado la "máxima eficiencia" en su retorcida ley.
Sin embargo, el Doctor ignora la ley de la naturaleza que está poniendo en movimiento: la fuerza que se desata no se programa. Al transferir su voluntad y su código impersonal a sus creaciones, Isaac solo está cultivando un poder primario, despojado de moral. Está forjando una ley de supervivencia pura, que, al alcanzar la máxima eficiencia, no respetará a su creador.