Hasta que no quede NADIE

Antes de que el mundo se hundiera en el caos, Amelia ya vivía su propio apocalipsis.
A los doce años, aprendió que el miedo puede tener forma de pasos subiendo las escaleras, de una voz que baja el tono antes de volverse grito, de una casa que respira demasiado fuerte cuando cae la noche. Su padre, Shane, no necesitaba monstruos para sembrar terror: bastaba con su mirada.

Pero mientras Amy empezaba a sanar, el mundo afuera comenzaba a desmoronarse.
Las noticias hablaban de ataques, de personas que no morían del todo, de ciudades que caían una tras otra.
Y cuando el caos finalmente llegó, Amy comprendió que había dos clases de infiernos: el que la vida te obliga a vivir, y el que se desata cuando todos los demás también empiezan a tener miedo.