Hay destinos que se tejen antes de que uno comprenda su nombre.
Aurora nació con una luz que no pertenecía del todo a este mundo, una llama silenciosa que aguardaba el llamado del León.
Y cuando el viento del otro lado sopló, fue llevada a Narnia: un reino perdido entre ruinas y esperanza, donde la fe dormía bajo la sombra del miedo.
Allí, entre bosques que susurraban antiguos secretos, Aurora encontró su propósito... y a un joven que alteraría su calma.
Edmund Pevensie, antiguo rey de Narnia, tenía la mirada firme de quien ha aprendido a caer.
A sus ojos, ella era un enigma dorado, indómita como el fuego; a los suyos, él era tan insoportable como fascinante, demasiado orgulloso para admitir que su corazón empezaba a temblar.
Y así, entre el eco de espadas, profecías y estrellas,
dos almas que jamás se habían visto comenzaron a reconocerse.
Se desafiarían, se herirían y se salvarían sin querer,
porque había algo en su unión que ni el tiempo ni la guerra podrían apagar.
"Él era caos; ella, luz.
Y el destino, caprichoso, decidió que debían encontrarse."
Todo iba bien... hasta que Hawkins volvió a romperse. Desapariciones extrañas. Criaturas en las sombras. Puertas que se abren solas. Y, por alguna razón, él siempre está ahí.
Lo que empezó con miradas de desprecio y sarcasmo mal disimulado, se convierte poco a poco en algo más complicado: silencios incómodos, rescates inesperados, y sentimientos que no tienen sentido, pero que tampoco se van.
En un pueblo donde los monstruos se esconden en las paredes y la pérdida es parte del paisaje, tal vez lo más peligroso no es lo que espera en la oscuridad...
Tal vez es enamorarse de quien menos esperabas.