Dael era el tipo de persona que el mundo olvidaba con facilidad, pero que dejaba una huella silenciosa en quienes lo conocían. De rostro serio y mirada cansada, su presencia parecía decir más que cualquier palabra. Tenía un aire distante, el de alguien que ya había discutido con la vida demasiadas veces y había decidido no insistir. Su humor era filoso, oscuro, pero nunca cruel; una forma de defenderse de la rutina, de las decepciones y de sí mismo.
A pesar de su sarcasmo y su tendencia a mantenerse al margen, no era un villano ni un mártir, solo un hombre cansado buscando un sentido entre el ruido del mundo. Poseía una mente analítica, obsesiva con los detalles, y un corazón que, aunque golpeado, aún guardaba la capacidad de sorprenderse ante lo desconocido.
Su vida terrenal fue una cadena de frustraciones, pero detrás del cansancio persistía una chispa: curiosidad, rebeldía, esa necesidad humana de seguir adelante incluso cuando nada lo obliga. Bajo la coraza de ironía, Dael escondía algo profundamente humano: el deseo de redimirse, de volver a sentir que su existencia importaba, aunque fuera en un lugar nuevo.
Lando pensaba que su sueño era ganar su cuarto título mundial. Hasta que conoció a Alice, alguien que le cambió la forma de ver la vida por completo, pero su ego no le permite estar junto a ella de manera estable.
¿Podrá conocer la verdadera felicidad? ¿Qué pasará con ellos en el resto de su historia?