Alix no siente como los demás. Sus emociones son ecos apagados, casi inexistentes. Analiza, calcula, comprende... pero no se conmueve. El mundo es una pieza de vidrio que observa con distancia.
Todo cambia cuando comienza a notar detalles que nadie más ve.
Sus noches se llenan de pensamientos que no le pertenecen. Sus días, de miradas que no encuentra. Algo la sigue, no como una amenaza, sino como una certeza.
El peligro no viene de fuera. Viene desde lo profundo de la mente.
Entre silencios, decisiones frías y verdades que la familia prefiere ocultar, Alix se convierte en el centro de una historia donde la lógica se enfrenta a lo inexplicable.
Y mientras intenta mantener el control, descubre que hay más de una sombra acechando... y que algunas sombras no buscan lastimar, solo despertar algo que siempre estuvo allí.
Dicen que nadie sobrevive a Derry sin quebrarse un poco.
Dicen que todos aquí tenemos cicatrices que no se ven.
Y yo pensaba que eso era todo... hasta que Teddy Uris decidió ser la única excepción a mi miedo.
Teddy me cuidaba cuando las noches se volvían demasiado silenciosas.
Me tomaba la mano cuando el viento parecía susurrar mi nombre.
Él me enseñó que incluso en un pueblo maldito, todavía podía existir algo cálido, algo real.
Pero Derry no soporta lo que brilla.
Nos sigue, nos observa, nos persigue.
Y cada vez que Teddy me mira, siento que el pueblo entero quiere arrancármelo.
No sé si sobreviviremos a lo que acecha en las sombras.
Pero si Derry quiere llevarse a alguien...
tendrá que llevarnos a los dos...