El recuerdo nunca se borró. Bastó aquella conversación banal, tan ligera en la boca de Jungkook, para que Jimin comprendiera que su mundo se había vuelto insoportable. No fue una confesión malintencionada, ni mucho menos dirigida a herirlo. Simplemente Jungkook, sentado en el sofá de la sala común, había sonreído y dicho con la naturalidad de quien habla del clima:
-La verdad... creo que las chicas son lo mío.
La frase flotó en el aire unos segundos, ligera, inocente, pero para Jimin fue como tragar vidrio molido. El nudo en su garganta se apretó de inmediato y sonrió, porque sonreír era lo que siempre hacía, aunque por dentro una semilla comenzaba a desgarrarlo. A nadie más pareció importarle. Los demás rieron, siguieron hablando de programas, de ensayos, de comida. Solo él, en silencio, supo que algo se estaba rompiendo dentro de su pecho.
Y la primera noche se atragantó con los pétalos. Eran suaves, de un blanco perlado con bordes apenas rosados. Con el tiempo aprendió a ocultarlo y los años siguientes se convirtieron en una coreografía perfecta de engaños.
-Si el amor mata, al menos que lo haga en silencio -susurraba para sí mismo, tragando pétalo tras pétalo. Con la serenidad de quien ya había aceptado su destino, solo se decía una y otra vez: -Mientras él sea feliz... está bien. Estaremos bien...
Dos mujeres opuestas se cruzan en el brillo falso del Miss Universo: Stephany, rígida y disciplinada; Fátima, libre y desbordante. Lo que debería ser rivalidad se vuelve una atracción que desafía su autocontrol y las reglas del certamen.