Chrysalis caminaba por los pasillos del instituto con la seguridad de quien siempre había aprendido a esconder su vulnerabilidad tras una sonrisa perfecta. Sus ojos, oscuros y atentos, buscaban algo más que simples respuestas en los libros; buscaban a él. Tirek, el profesor de biología avanzada, era un hombre que imponía respeto con cada palabra, cada gesto, y a pesar de la diferencia evidente entre maestro y alumna, algo en él despertaba un fuego que Chrysalis no había sentido antes.
Cada clase era un juego peligroso. La forma en que Tirek la miraba cuando hacía una pregunta, esa atención intensa que parecía leer hasta lo más escondido de su mente, la hacía temblar y sonreír al mismo tiempo. Sabía que no debía, pero la electricidad en el aire entre ellos era imposible de ignorar.
Un día, después de clase, Tirek se quedó detrás para revisar algunos trabajos. Chrysalis fingió recoger sus libros lentamente, deseando prolongar ese instante, deseando escuchar su voz más de cerca.
-Chrysalis -dijo él, su tono grave rozando la intimidad de un secreto compartido-. He notado que tus respuestas siempre son... precisas, pero hay algo más. Algo que no me dices.
Ella levantó la mirada, atrapada en sus ojos, y sintió cómo el corazón le latía con fuerza. Susurró, casi sin querer:
-Quizá no todo necesita decirse en voz alta, profesor.
Tirek se acercó, lo suficiente como para que solo ella percibiera su presencia. El espacio entre ellos vibraba de tensión, un límite que ninguno quería cruzar, pero que ambos sabían que existía.
Lando pensaba que su sueño era ganar su cuarto título mundial. Hasta que conoció a Alice, alguien que le cambió la forma de ver la vida por completo, pero su ego no le permite estar junto a ella de manera estable.
¿Podrá conocer la verdadera felicidad? ¿Qué pasará con ellos en el resto de su historia?