"No creo que sea posible que, a estas alturas de la vida, después de todo lo que hemos sufrido, de cada conflicto en el que nos vimos envueltas, sea justo hoy cuando descubra que usted -quien antes fue mi enemiga jurada, a quien no soportaba por estar en la vida de quien entonces era mi vida entera- me haya cambiado el odio por algo completamente distinto.
No puedo soportar verla llorar, verla sufrir. No puede ser cierto... porque, tal como él tantas veces me lo dijo, "usted es un ángel".
A mis ojos, nada debería dañarla. Nada debería permitir que la vea mal.
Solo quiero procurarle amor... un amor que no tiene sentido, pero que es lo algo maravilloso que quiero descubrir."
Un sollozo rompió el silencio del bar, entre el murmullo de los despechados del centro, con pocas luces, mas bien un lugar de tonos negros, luces de Neón y muchas canciones de José José en lo alto, resonando fuerte a través de las bocinas .
Una Marcela ebria, en una de esas noches de desasosiego y confesión, comprendió al fin que Betty había vuelto a sus vidas no solo para "ayudar con la empresa", sino también para despertar sentimientos que no conocían límites.
Marcela y Betty: una misma historia... ojalá un distinto fin.
Durante la noche o cuando había poca luz solar, podía ver mi reflejo en la vitrina, veía los pequeñas y delicadas ondas oscuras caer por mis hombros adornados de finas costuras del mismo color de la tela que cubría mis brazos y todo mi cuerpo, dos ojos de un color chocolate plástico y un pequeño hilo negro, medio torcido por los años, que hacía de mi boca. Y con el mismo vestido floral, de tela oscura y un poco desgastado. Había escuchado decir que no podían arreglarme porque entonces perdía el valor, se suponía que la tienda era de antigüedades y no tenía sentido que usara telas que fabricaban en las industrias.