Los San Juan nunca fueron una familia normal. Desde que Leo San Juan tuvo el don, su abuela supo que su nieto estaba destinado a grandes cosas, y así fue.
Murió siendo un héroe y se unió a sus amigos como fantasma, no sin antes dejar un gran legado: una descendencia.
En esa descendencia se encontraba Adela, una muchacha de quince años que apenas podía manejar su don de Ecodrama y Espejismo. Su padre y su hermano se empeñaban en ocultar sus dones -el primero, por miedo a lo que podría pasarle a su familia; el segundo, por escéptico-.
Su madre, en cambio, quien les había heredado sus dones no sentía miedo, pero sí deseaba protegerlos del rechazo. Enterraron la leyenda de Leo San Juan. Lo único que quedaba de aquel gran guerrero era una panadería en Puebla.
Todo cambió ese día, cuando Damián cometió un error tan grande que condenó a Adela... para siempre.