En una noche que parecía completamente ordinaria, Goku comenzó a experimentar sueños inquietantes, mucho más vívidos que cualquier pesadilla que hubiese tenido antes. En ellos veía un lugar oscuro y siniestro, un sitio imposible, construido con enormes estructuras metálicas que parecían respirar. A su alrededor vagaban criaturas horrendas, con formas antinaturales que desafiaban toda lógica. Sus ojos, múltiples y vacíos, seguían cada uno de sus movimientos como si esperaran el momento exacto para atacarlo.
Cada vez que el sueño lo envolvía, una voz profunda -distorsionada, como si viniera desde todas partes y de ningún lugar al mismo tiempo- susurraba su nombre. No era una voz que diera miedo... era peor. Era una voz que conocía sus pensamientos, sus miedos, y que insistía con una calma antinatural:
"Son Goku... ven. Tienes que ver lo que hay al otro lado."
A pesar de su instinto de guerrero, algo en esa voz le generaba un escalofrío que jamás había sentido, ni siquiera frente a los enemigos más poderosos. Y, aun así, la curiosidad -o tal vez algo más profundo e inexplicable- lo empujaba a querer descubrir qué se ocultaba en aquel lugar.
Pero seguir esa llamada podría ser el peor error de su vida.