Sara Woods, una chica simple, nada complicada, vive una vida llena de conflictos, peleando con todos y cansada de su rutina, pues, la etiqueta de "chica simple y cero complicada" en realidad no le queda nada. Sara Woods en realidad es una persona caótica.
Lucas Jonson es...todo lo contrario. Es sereno, es el chico discreto, el que tiene amigos, el que...siente un vacío inmenso que cree nunca poder llenar. Lucas Jonson es el callado, el introvertido. Entonces, ¿Porque a la gente le gusta estar con el? Conflictos entre ellos queda corto para describir lo que sucede con estos dos. Una se queja de todo y cada cosa que el otro hace, dice que la sigue, que parece estar acosándola todo el día, y el...a él solo le gusta molestarla.
Es un verano, una oportunidad para conocerse, un mínimo error o confusión puede destruirlo todo, o aún mejor, arreglar lo destruido.
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Tome aire, empezando a desesperarme-¡Deja de seguirme!-chille, frustrada. Lucas se acomodó los lentes y alzó una ceja.
-No te estoy siguiendo Sara...
-¡Si lo haces! ¡Eres mi stalker! ¡Mi stalker de verano!
-¿Tú qué...?
Hanna Elowen tenía una vida que se movía tan rápido como ella: tochito bandera, jugadas perfectas, adrenalina pura y un futuro brillante corriendo a su lado.
Hasta que una lesión- inesperada, cruel- la detuvo de golpe.
Ahora su mundo es más pequeño.
Una silla de ruedas, muletas, una gata emperatriz llamada Nieve, maratones de Harry Potter y la sensación constante de que todo lo que fue... quedó demasiado lejos.
Ella ya no corre.
Ya no compite.
A veces, ni siquiera se atreve a sentir.
Hasta que suena el teléfono.
Es su tío Steve: Head Coach de los New England Kings, fuerza de la naturaleza, experto en gritar, llorar y amar con la misma intensidad.
Y tiene una propuesta imposible: mudarse a Nueva Inglaterra para ser su asistente.
Hanna no está lista para estadios, ni para jugadores gigantes, ni para madrugadas a las cinco de la mañana.
Pero tampoco está lista para seguir rota.
Así que acepta.
Lo que no esperaba era él.
Noah Blackford.
Quarterback estrella.
Favorito de la prensa.
La sonrisa más peligrosa de la AFC.
Y una mirada tan suave que desarma cada una de las paredes que Hanna construyó alrededor de su dolor.
Noah la ve.
Incluso cuando ella misma no sabe cómo hacerlo.
La acompaña, la cuida sin invadir, la escucha cuando su voz tiembla y le recuerda -sin decirlo- que su vida no terminó en esa cancha.
Entre sesiones tácticas, sillas de ruedas que chocan con casilleros, jerseys mal doblados, caídas torpes, atajos emocionales y un quarterback que huele a lluvia y seguridad...
Hanna empieza a descubrir algo que había olvidado: Que aún tiene corazón.
Y late fuerte.
Pero enamorarse nunca fue parte del plan.
Y sanar tampoco.
Eso es lo hermoso -y lo aterrador- de un verdadero fumble: a veces perder la jugada te lleva directo a aquello que nunca supiste que necesitabas.
Con o sin casco.
Con o sin miedo.
Con una mano temblando sobre la rodillera y otra aferrada a un quarterback que la mira como si fuera magia.