Amante Mía

Natalie Rain, una humana de la superficie, comienza a sentir cambios inexplicables que la están desarraigando de su vida mundana. Sus sentidos se agudizan, sus sueños son vívidos y una atracción oscura la guía hacia el corazón oculto de la civilización vampírica: la metrópolis de Nocturna.

Esa intuición la conduce a una lujosa Mansión de Élite, un bastión de los clanes vampíricos disidentes. Allí, una agente llamada Adeline la intercepta e intenta manipularla. Mediante una infusión ritual, despierta por la fuerza el Linaje Carmesí que Natalie llevaba dormido en sus venas, convirtiéndola, involuntariamente, en un arma política.

Al desmayarse, Natalie no es llevada a un lugar de destino, sino al sub_nivel de máxima seguridad del Rascacielos/Castillo Real, el corazón del Dominio. Allí despierta frente al Rey Kalem Draevoryn, un Primogén de poder absoluto que está políticamente encadenado y contenido por un puñado de Clanes Puros que buscan controlarlo.

Desde el primer instante, ambos sienten un vínculo visceral, oscuro y antiguo. Kalem la domina con una mezcla de deseo, reconocimiento y hambre contenida, no porque sea su "destinada", sino porque su Linaje Carmesí es la única llave que puede anular los sellos mágicos que lo mantienen prisionero. Kalem la reclama, afirmando que su sangre ya está ligada a la suya.

La Hermandad que lo mantiene preso, observa con pánico. Ellos intentaron usar a Natalie, pero han fallado: han activado el poder que podría liberar a Kalem de sus cadenas políticas.

La historia avanza entre el deseo, el peligro y el poder. Natalie no es la elegida del destino, sino la última descendiente del Linaje Carmesí forzada a unirse a un monarca peligroso. Su unión es la única forma que tiene Kalem de recuperar su poder absoluto, y la única forma que tiene Natalie de sobrevivir a la guerra que acaba de desatar.