
Siempre hay un momento, justo antes del amanecer, en el que la realidad se siente más frágil que de costumbre. Como si el mundo entero contuviera la respiración, esperando a ver quién se atreve a quedarse... y quién prefiere salir corriendo. A veces es una habitación tibia. A veces, una puerta entreabierta. A veces, el eco de algo que no se dijo a tiempo. En ese borde del día, la gente suele mentirse con facilidad: que nada pasó, que nada significó, que todo puede guardarse bajo la alfombra y fingir que sigue intacto. Qué curioso -todos piensan que pueden escapar de lo que sienten solo porque el reloj marca una hora nueva. Pero el amanecer siempre tiene memoria. Y por más que uno corra, siempre deja atrás un silencio lo suficientemente grande como para delatar todo lo que se quiso negar.All Rights Reserved
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