Antes del tiempo. Antes del caos. Antes de los cielos... él ya existía.
En el silencio infinito donde ni siquiera las estrellas se atrevían a nacer, una presencia flotaba en la oscuridad primigenia. No tenía nombre, ni forma, ni destino. Era simplemente él... el primero, el eterno, el desconocido soberano de lo imposible.
Durante incontables eras, fue testigo de la creación de mundos, de la danza de galaxias, de la ascensión y caída de dioses. Observó universos nacer y morir como simples burbujas en el océano del vacío. Vio civilizaciones elevarse hacia el inmortal resplandor... y desvanecerse como polvo cósmico.
Y cada vez que el caos se reorganizaba, él dormía.
Un millón de años.
Ese era su ciclo.
Dormir mientras los eones pasaban, despertar cuando todo había cambiado, caminar mil años entre los vivos, y luego desaparecer de nuevo.
Pero este despertar... era distinto.
Porque ahora, el universo había tomado un giro inesperado.
Tecnología que tocaba las puertas de los cielos.
Humanos que manipulaban la energía como cultivadores antiguos.
Dimensiones conectadas por redes cuánticas.
Inteligencias artificiales que casi recordaban almas.
Y en medio de ese avance frenético -donde ciencia y magia ya no se distinguían- un mundo lo esperaba.
La Tierra.
Un lugar que ahora vibraba con nuevos secretos, nuevos poderes... y nuevas amenazas.
El vacío tembló.
Una grieta se abrió entre universos.
De ella emergió un joven de cabello plateado, ojos rojos como estrellas sangrantes, y una expresión tranquila... casi perezosa.
Vestía ropas sencillas, como si acabara de bajar de un tren escolar.
Suspiró.
-Un millón de años pasan rápido cuando duermes -dijo, mirando el cielo de un nuevo amanecer-. Bueno... ¿qué tipo de caos me espera esta vez?
Un leve destello recorrió su mirada.
Y así... el ser más poderoso del multiverso volvió a caminar entre mortales.
Pero esta vez, lo haría en uniforme de preparatoria.
Y nadie... absoluta