
Él era la perdición, el fin de todas las cosas. ¿Cómo era posible, entonces, que un simple mortal, una mera ofrenda, lograra lo que ningún hechicero pudo: conmover el núcleo de su ser? Esta es la historia de la caída de un dios, no por una espada, sino por una mirada. ¿Qué precio está dispuesto a pagar el Rey de las Maldiciones por aquel que, en lugar de suplicar por su vida, le ofreció una razón para vivir?All Rights Reserved