17 parts Ongoing En un campeonato que lo tenía todo -velocidad, gloria y rivalidad-, Sergio Pérez y George Russell luchaban rueda a rueda por el título mundial. Igualados en puntos, cada carrera era una guerra fría disfrazada de banderas verdes, y cada adelantamiento, un desafío personal.
Pero en la penúltima fecha, la tensión explotó: un choque brutal entre ambos los dejó fuera de carrera, los autos destrozados y los ánimos al rojo vivo. Gritos, acusaciones y miradas cargadas de odio en el paddock fueron la consecuencia inevitable de años de rivalidad... o eso pensó Sergio.
Porque mientras George lo enfrentaba con esos ojos llenos de furia, mientras la adrenalina le recorría las venas y sentía las manos temblar, Sergio entendió algo que lo golpeó más fuerte que cualquier curva: no era solo odio lo que sentía por él. No. Entre toda esa rabia y orgullo herido, se escondía algo más. Algo que lo quemaba por dentro.
Lo odiaba. Pero también lo amaba.