Este libro no aspira a ser la palabra final sobre el antinatalismo. Tal pretensión sería, además de arrogante, contraria al propio espíritu de la filosofía: el cuestionamiento perpetuo. Mi intención aquí es más modesta y, quizá, más peligrosa.
El texto que sigue busca presentar los fundamentos de esta visión del mundo de forma cruda y desprovista de adorno. Mi objetivo principal no es adoctrinar, sino sembrar la duda. No es ofrecer respuestas cómodas, sino instigar el debate más fundamental que una sociedad puede tener: el debate sobre el valor de la existencia y la ética de ponerla en movimiento.
Mi mayor esperanza es que, al terminar esta lectura, usted no se encuentre con convicciones solidificadas, sino a la deriva en un mar hirviente de preguntas. Que sienta la urgencia de buscar sus propias respuestas -ya sean contrarias o favorables a las aquí presentadas. Su reflexión crítica, y no mi argumentación, es la parte más vital e importante de esta obra.