Salvador Villaseñor juró que nunca más cruzaría la línea... hasta que la vio a ella con ese vestido.
Esa noche llega tarde a la casa de modas de Carolina Guillén con la excusa de hablar de trabajo comunitario para la parroquia, pero en cuanto la encuentra sola en el taller, inclinada sobre una mesa de diseño, con un vestido ceñido, espalda descubierta y tela que parece hecha para tentarlo, entiende que ya no está ahí como sacerdote... sino como hombre.
Carolina, cansada de fingir indiferencia, decide provocar lo que ambos llevan años callando. Se acerca demasiado, lo roza al pasar, le susurra al oído mientras le toma medidas "para la nueva sotana", jugando cruelmente con el límite entre lo sagrado y lo prohibido. Salvador lucha con la culpa, con la imagen del altar y la sotana, pero sus manos tiemblan cuando rozan la piel de ella, y sus ojos ya no miran al ci6elo, sino a la curva de sus labios.
Entre maniquíes, telas y bocetos, el taller se convierte en su confesionario más oscuro: cada mirada es un pecado, cada respiración compartida una absolución torcida. Él debe elegir entre seguir siendo el padre Salvador, hombre de Dios... o rendirse a la mujer que lo desviste con la mirada y le enseña que el verdadero infierno es negar el deseo. Esa noche, entre sedas y botones desabrochados, ninguno de los dos saldrá intacto: o pierden la fe... o la redefinen entre sus cuerpos. (Historia sensual y romántica para mayores de 18 años, con fuertes escenas de tensión erótica y conflicto moral.)