Esta es una autopsia del alma.
Una autobiografía escrita desde las ruinas, no desde la nostalgia.
Nacimiento adelantado, conciencia precoz, ruido mental desde los cuatro años.
Mientras otros niños vivían en mundos de plastilina y risas fáciles, él despertó demasiado pronto a la crudeza del mundo: la distancia emocional de sus padres, la frialdad de los adultos, la soledad como idioma nativo y un TDAH que no era un trastorno, sino un motor incontrolable que lo empujaba a pensar demasiado, sentir demasiado, quebrarse demasiado rápido.
Esta es la historia de un niño que nunca encajó.
De un adolescente que sobrevivió al ruido.
De un joven que llegó a creer que ya no era humano.
La Estación 23 -esa esquina abandonada donde el tren dejó de pasar- se convierte en símbolo de su vida: un lugar detenido en el tiempo, lleno de ecos, de sombras, de versiones de sí mismo que nunca llegaron a nacer. Ahí, entre fantasmas de infancia y escombros de memoria, se enfrentó por primera vez al hecho de que su mente siempre estuvo en guerra.
Este libro no trata sobre victorias.
Trata sobre no rendirse.
Sobre seguir vivo cuando el mundo y la mente dicen lo contrario.
Es un recorrido por los años en que la existencia pesaba más que el cuerpo; por las madrugadas lloradas en silencio; por la culpa de no poder ser "normal"; por la ruptura interna que ocurre cuando nadie te explica por qué eres diferente.
Pero también es un renacimiento:
el encuentro con el niño que fue,
el perdón que nunca llegó de los demás pero que él tuvo que aprender a darse,
el acto final de dejar morir al yo roto para permitir que otro yo -menos perfecto, pero más real- pudiera seguir viviendo.
"Muerte en la Estación 23" es un relato brutal, íntimo y luminoso en su oscuridad.
Una mirada al TDAH desde la herida, al dolor desde adentro, a la vida desde un corazón que aprendió a latir sin permiso.
No es un libro sobre cómo sanar.
Es un libro sobre cómo sobrevivir.