Mi apellido es una cicatriz, es el recuerdo, de que la vida te puede poner en un pedestal de oro, y así mismo, con la indiferencia de un dios caprichoso, te puede arrastrar al abismo de donde nunca debiste salir. Ahora, bajo el neón sucio y parpadeante que intenta imitar un amanecer, soy solo un cuerpo a precio, una transacción breve en la gélida noche.
¿Que si la vida me destrozó? Torturo mis sentidos, me vació, dejó una cáscara que promete placer y olvido a quienes esten dispuestos a pagar. El alma, la dejé empeñada en una caja fuerte de miseria, oculta en algún rincón olvidado de mi conciencia, sin la llave para recuperarla. Es mejor así. El vacío no duele.
Miro los rostros que se detienen en sus coches de lujo, vienen buscando el olvido; yo, solo busco sobrevivir un día más. El desorden en sus cuerpos y sus miradas lujuriosas es mi verdad absoluta: soy insignificante. Una herramienta, un paréntesis en sus vidas carentes de sentido. Ellos se van, se duchan, y siguen adelante. Yo me quedo aquí, con el residuo de sus penas.
Me han despojado de todo, hasta de la rabia. Quedé maldita, sí. Soy un veneno con aroma de perfume, seductor, pero mortal. Una exquisitez en el mercado de la autodestrucción. ¿Puede el Amor sobrevivir al llamado de la muerte? ¿Puede una prostituta enamorarse?.
La idea es una burla cruel, el amor es un lujo, una fábula para aquellos que tienen algo que ofrecer más allá de la piel. ¿Qué le daría yo a un hombre que no esté ya manchado por mil manos?. Él es el terrible, abominable, e insoportable miedo de sentirme, por primera vez en años, simplemente... humana.
Y ese es el mayor tormento de todos: no la miseria en sí, sino el miedo de que una chispa de esperanza me recuerde cuán profundamente me he hundido, y cuán imposible es salir. Es el miedo de que el amor sea solo otra forma más elaborada y exquisita de destrucción, porque si vuelvo a sentir, la próxima caída será mortal.
Extrovertido. Correcto. Arrogante.
Esas son las palabras que pueden describir a la perfección a Mateo Lombardi.
El abogado más cotizado de Italia no tiene tiempo para distracciones. Mucho menos para dramas ajenos. Con una vida perfectamente estructurada y emociones cuidadosamente archivadas, Mateo no cree en el amor, la familia ni en nada que no se pueda controlar desde su teléfono o una sala de juicio.
O al menos, eso es lo que siempre creyó.
Hasta esa noche en donde el destino le arrojó a una pequeña y desamparada bebé. No habla. No lleva identificación. Nadie la reclama. Y, por alguna razón inexplicable, se aferra a él como si fuera lo más seguro del mundo.
De la noche a la mañana, Mateo se ve obligado a asumir un papel que nunca quiso.
Es así que, en medio de su desesperación, alguien más llega a su vida.
Scarlett Riva
Audaz. Inteligente. Imprudente.
Para Scarlett, ser niñera no es su trabajo ideal, y mucho menos trabajar para un hombre emocionalmente bloqueado tampoco es su sueño. Sin embargo, debido a situaciones desesperadas, termina compartiendo techo con Mateo, convirtiéndose en la única persona capaz de enfrentar al gran abogado Lombardi.
Ella cree en el caos.
Él, en el control.
Una historia sobre corazones rotos, heridas invisibles y la posibilidad de amar cuando ya no creías ser capaz de hacerlo.