Lo veo al final del pasillo, mi respiración esta agitada, me armo de valor y le digo- Oye, ¿Cuál es tu problema? ¿Por qué siempre huyes de mí?- le grito con todo mi enojo y frustración.
-Solo déjame en paz, no te quiero cerca- dice volviéndose y encarándome con esos ojos fríos que tanto me gustan.
-¿Por qué? Ni siquiera me conoces- digo ya un poco más calmada pero siempre con rabia.
-Es por eso, No quiero conocerte- dijo hecho una furia. Sin que se diera cuenta yo iba acercándome a paso sigiloso.
-¿Por qué? Solo dame una razón- dije ya quedando cara a cara con él.
-No quiero tener amigos, no quiero enamorarme, eso es lo mejor para todos- dijo pero ya no enojado sino más bien ¿triste?
Sin pensarlo dos veces salte a sus brazos, escondiendo mi cabeza en su pecho y envolviéndolo en un cálido abrazo. ¡Oh Dios Mío! lo estoy abrazando. Y lo que es mejor me está devolviendo el abrazo. Sus fuertes brazos me estrechan a él con fuerza.
Levanto mi cara y me sorprende lo que veo, hay una lágrima resbalando en su mejilla.
-¿Qué te pasa?- pregunto preocupada, pero de pronto se aparta de mí, como si se hubiera percatado de lo que estaba haciendo.
-¡Maldita sea! No te me acerques- me empujo de su lado y vuelve a ser el chico frio y apartado de siempre y eso que lo conozco desde hace un mes.
-Eres un maldito lunático- grito furiosa por su comportamiento, el al escucharme se vuelve.
-Peores cosas me han dicho, muñeca- dijo con una sonrisa picara, la cual odio y se fue.
Y así es como comenzó mi historia con Adam Foster sin siquiera saberlo.
Abbie tiene un problema y la solución está en la puerta de al lado.
¡Ella no ha hecho nada malo! Sin embargo, su excompañera de hermandad la ha puesto en un aprieto en donde su futuro universitario pende de un hilo.
Con el tiempo corriendo, pánico y una mejor amiga experta en dar soluciones, Abbie explora las opciones, pero no tarda en darse cuenta de que Damiano, el frío jugador de hockey y su ceñudo compañero de piso, es la respuesta.