
En una planta industrial aislada, un obrero pasa sus días cortando carne una y otra vez en la misma cinta transportadora. Nadie sabe quién compra esos "lotes" ni cuánto tiempo llevan encerrados allí, solo que los errores se pagan caro y que está prohibido hablar de lo que yace en la sala de despiece. Afuera, desconocidos lo veneran como un mensajero celestial; dentro, ellos lo venden por kilo sin entender qué están despertando. ¿Hasta dónde puede degradarse la realidad cuando el "producto estrella" de la fábrica es algo que aún no termina de recordar su verdadera identidad?All Rights Reserved