Algunos libros se componen con el cerebro, otros con las manos; pero el presente nace de un lugar más hondo, en el que el corazón aprende a hablar sin miedo, un territorio donde puede brotar el amor y vivir la tristeza y nacer el dolor y salir a abrazos la melancolía y renacer entre las ruinas la felicidad que a veces aflora tímidamente.
La voz de mis emociones es la experiencia por las estaciones internas del alma.
Allí se encuentran, en esas redes que intentan iluminar la vida, el amor; la tristeza, en su condición de terrible anticlima, vuelve a desarmar, el dolor, aunque tenga grietas, se deja al lado como un dolor dulce, melancólico, el dolor que abraza en silencio y la felicidad renaciente que tiende a dejarse ver, aunque a veces con una tímida brotada. Cada poema es una confesión que se dijo demasiado tarde, un suspiro que al fin se permitió escapar, una pequeña verdad que solicitaba su propio refugio. Son experiencias de vida, con cicatriz, con incertidumbre, con esperanza, se repite una y otra vez que nadie siente de una sola forma, en cambio, nadie pasa por la vida sin romperse y renacer más de una vez. aquí podemos leer la vulnerabilidad, la palabra, el amor, el aquí de lo que se repite a lo largo del tiempo, el después de una calma, el después de una tormenta, la certeza de seguir reflexionando y de seguir siendo luz aunque ya no se encuentren las mismas razones por la vida a través de esto o de aquel. No se trata de un libro para leer a toda velocidad. Es un libro para escuchar. Porque cada verso tiene su propia voz, y todas, juntas, forman el coro escondido de un alma que se decidió a hablar para no volver a callar. Aquí comienza la propia excursión. Y ojalá escribas en la línea un trozo de ti mismo. O incluso, puedas encontrar un pedazo de ti, o de tu esencia.