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Hong siempre soñó con una relación estable, pero cada intento terminó en lo mismo: miradas de asco, rechazo y abandonos crueles cuando sus parejas descubrían que era hermafrodita. Cansado del dolor, decidió cerrar su corazón y evitar cualquier coqueteo, cualquier acercamiento, cualquier posibilidad de volver a sentir.

Hasta que apareció Nut, un joven mafioso temido en toda la ciudad, tan poderoso como impulsivo. Nut se enamoró de Hong desde la primera vez que lo vio en una cafetería: un solo vistazo, y decidió que ese chico sería suyo, cueste lo que cueste.

Desde entonces, Nut no dejó de coquetearle, perseguirlo con una intensidad que Hong no sabía manejar. Agotado y esperando espantarlo, Hong le confesó su condición.
Pero Nut no retrocedió. No se asustó. No se quebró.
Al contrario: pareció desearlo aún más.

Y eso fue lo que realmente empezó a destruir las barreras de Hong.