El luto y la vara

Dicen que los muertos descansan en paz, pero el tío Rigoberto dejó un caos muy vivo en la mansión familiar.
Para Julián, un adolescente de dieciséis años con las hormonas en ebullición y una "herramienta" que desafía las leyes de la anatomía, el funeral no es un momento de recogimiento, sino una batalla campal contra una erección monumental e inoportuna que parece tener conciencia propia.
Lucrecia, la viuda doliente y autoproclamada guardiana de la moral, decide que tal falta de respeto requiere un castigo ejemplar. Pero lo que comienza como un severo correctivo a puerta cerrada en el despacho del difunto, pronto se transforma en un ritual de "exorcismo" donde el agua bendita es reemplazada por fluidos corporales y los gemidos ahogan a los rezos del salón contiguo.
En El Luto y la Vara, el duelo se procesa a golpe de cadera y la hipocresía se desnuda más rápido que sus protagonistas. Una comedia negra, explícita y sudorosa que demuestra que la muerte puede ser el afrodisíaco más potente, y que una buena "vara" consuela a una viuda mucho mejor que cualquier pésame.