Ya está; se acabó. De improvisto y sin avisar. Dejándome con muchas cosas que decir, pero sin ningún tiempo para hacerlo. Algunos me contaron que veías pasar todos esos años frente tus ojos, como si de una película de tratase, con la banda sonora que te acompañó siempre; otros, en cambio, dicen que escuchas todas aquellas voces que te guiaron durante el camino. Pero yo, por alguna inexplicable razón, no siento nada. Un vacío tan denso como el humo de un cigarrillo se ha apoderado de mi pecho, quitándome el poco aire que me dejaba seguir viviendo. ¿Por qué, por qué ahora? Todo comenzó al soplar la última vela de mi decimosexto cumpleaños.