"Te amo Atenas." Me dijo el, riéndose. "Yo no. Y no soy Atenas. Idiota." No podía evitar reírme también. Claro que lo amaba. Me tomo las manos y me acerco a el. Me abrazo y me susurro al oído: yo se que me amas también. Y no pude evitar decirle: y como no...